La pesada puerta de acero se cerró de golpe, un sonido que ya le resultaba demasiado familiar. El guardia se marchó sin decir palabra, dejando a Emilio solo con sus remordimientos como única compañía.
Seis años después de cumplir una condena de 11 años en una prisión federal, Emilio tuvo tiempo de sobra para reflexionar sobre la serie de errores que lo metieron en aquella celda.
Desde los 12 años supo que quería salir de México, reunirse con su hermano en Estados Unidos y obtener el título de bachillerato. Pero la tierra de las oportunidades también ofrecía la tentación de otro camino: el mundo de la droga. Los nuevos amigos y la promesa de dinero y poder pronto desviaron la atención de Emilio de sus estudios a la compra y venta de drogas.
Su nuevo estilo de vida le pasó factura y acabó en un centro de detención de menores y, finalmente, en una prisión de Los Ángeles. Tras ser deportado a México, empezó a transportar cocaína y marihuana a la frontera estadounidense y pronto se encontró de nuevo entre rejas.
Pero en medio de su encarcelamiento, Emilio estaba a punto de descubrir la verdadera libertad.
La salvación se encuentra en una celda
El aire caliente y viciado pesaba a su alrededor, pero para Emilio el peso de la soledad era más de lo que podía soportar. Uno de los guardias lo sorprendió con drogas y lo metió en una celda de castigo.
De repente, la voz de Carlos, otro prisionero, interrumpió sus pensamientos.
Tras unos minutos de charla, Carlos preguntó: "¿Conoces a Jesucristo?". Empezó a hablarle de la libertad y el amor incondicional que encuentra en Cristo, a pesar de los errores y fracasos de Emilio. Carlos también le habló de una iglesia que se reunía dentro de los muros de la prisión, dirigida por otro preso.
Aquella noche, Emilio no pudo conciliar el sueño. La conversación resonaba en su mente. Cogió la Biblia que Carlos le había dejado y empezó a hojear sus páginas. Por la mañana, no pudo olvidar las palabras de Romanos 3:23.
...por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios...
En ese momento, Emilio supo que pasaría la eternidad separado de Dios si no aceptaba a Cristo como su salvador.
Sabiendo que debía pasar el resto de su condena en esa celda de castigo, Emilio rezó para que Dios se lo llevara y así poder adorar con sus recién descubiertos hermanos en Cristo. Un día se despertó y un guardia le ordenó que recogiera sus cosas; volvería a la zona de población general.
Llamados a la libertad
El Seminario Bautista de Nogales (SEBANO) en Nogales, México - un ministerio de Missions Door - comenzó la iglesia y un programa de seminario dentro de los muros de la prisión.
A Emilio le encantaba adorar con sus compañeros de prisión. Escuchaba a los profesores predicar la Palabra de Dios, y supo que quería dedicar su vida a lo mismo. Así que estudió fervientemente durante los últimos cuatro años de su condena, tomando tantas clases como pudo a través del Seminario.
Tras su liberación en abril de 2008, Emilio fue directamente a SEBANO, donde pudo graduarse al mes siguiente.
Hoy, Emilio vuelve a la prisión cada semana, llevando el mensaje de la libertad que se encuentra en Cristo y enseñando en el seminario de la prisión. También es pastor asociado de una iglesia local.